Reseña Vainman

Almas vivas. La Guerra Civil Española en imágenes

Reseña del libro de Serge Alternês y Alec Wainman

Richard Baxell, profesor de Historia contemporánea en la London School of Economics y Director de la IBMT, escribió, a raíz de la publicación de Live Soul (Ronsdale Press,Vancouver, Canadá, 2015) una reseña de este libro que, por su contenido, pasamos a publicar. Dejamos claro que Alec Wainman no estuvo enrolado en las Brigadas Internacionales, pero su lucha en España estuvo inspirada por los mismos valores e ideales.

Cuando la guerra civil española comenzó en julio de 1936, muchos vieron el conflicto no como una guerra remota en un país lejano, sino como el último campo de batalla en el combate entre el fascismo y la democracia. Mientras las potencias occidentales se sentaban en sus manos, miles se consumieron con una ardiente necesidad de actuar, hacer algo, en apoyo de la sitiada República española.

Unos 35 000 de ellos fueron a luchar como voluntarios en las Brigadas Internacionales. Otros, dirigieron su esfuerzos en la ayuda para aliviar el sufrimiento de los caídos en la confusión, recolectando dinero para suministros médicos o, en el caso de más de 200 hombres y mujeres de Gran Bretaña e Irlanda, para unirse en España a los servicios médicos republicanos.

Uno de éstos era un joven cuáquero de Northallerton, Yorkshire, llamado Alec Wainman. Falto de conocimientos médicos, pero capaz de hablar ruso e italiano, Wainman se ofreció para conducir una ambulancia en España, engañando a los reclutadores de ser un conductor calificado y tener un español fluido. Una ventaja de ser un conductor de ambulancia es que uno pasa gran parte de su tiempo en el camino, viendo cosas que los soldados, atrapados en las trincheras, no pueden. Esto permitió a Wainman satisfacer su pasión por la fotografía, capturando miles de imágenes de la vida cotidiana detrás de las líneas republicanas.

Dándose por perdidas durante muchos años, las fotografías de Wainman fueron recuperadas recientemente de las oficinas de una editorial y recientemente fue publicada una selección en inglés con el título de Live Souls; Citizens and Volunteers of Civil War Spain.[1]

El cuerpo principal del libro es la colección de fotografías, pero también incluye el relato que Wainman hace de los meses que pasó en España (por desgracia las Memorias terminan prematuramente en la primavera de 1937, aunque han sido completadas por su hijo). Es un complemento muy útil de las imágenes, que contiene una conmovedora narración del bombardeo de las ciudades españolas por los nacionalistas y su testimonio de los hechos acaecidos en Barcelona en mayo de 1937, cuando Wainman apoyó al Gobierno y estuvo encerrado una noche en la sede del PSUC en Paseo de Gracia, mientras desde los coches anarquistas se tiroteaba el edificio. Su conclusión difiere de la de Orwell al afirmar que “la autoridad del gobierno aumentó enormemente como resultado de su hábil manejo de la situación”.

Wainman condujo una ambulancia durante dos meses, trabajo peligroso, ya que las fuerzas de Franco atacaban deliberadamente ambulancias y hospitales. A finales de 1936, por su dominio del español y del ruso, se le llevó a trabajar como intérprete con ingenieros aeronáuticos soviéticos de alto rango. Al año siguiente fue nombrado para otro puesto de alto perfil, trabajando con Constancia de la Mora en la Oficina de Prensa Republicana hasta que, al haber contraído la hepatitis, regresó a Gran Bretaña en agosto de 1938.

La trayectoria de Wainman es inusual para un voluntario británico en España, al igual que sus antecedentes, incluso dentro de los servicios médicos. Después de graduarse en lenguas modernas en Oxford, Wainman trabajó en la embajada británica de Moscú entre 1934 y 1935. Sorprendentemente, dada la paranoia generalizada en la República española en relación con los espías, este cuáquero sin afiliación política superó los controles de seguridad.

Su meteórico ascenso continuó después de su tiempo en España: durante la Segunda Guerra Mundial se graduó de Sandhurst y se convirtió en un oficial en el Royal Armoured Corps. En 1943, a pesar de su estancia en España, se le permitió unirse a la Inteligencia Militar británica y posteriormente, con el rango de Mayor, sirvió a la Comisión Aliada en Austria. Desafortunadamente, el texto ofrece pocas explicaciones de esto, aunque fue innegable su aptitud para las lenguas.

El interés principal de Almas Vivas son, por supuesto, las fotografías. Como señala Serge Alternesa en el texto, el libro recuerda el reciente descubrimiento de la maleta mexicana (así como el de la fotos de Agustí Centelles, el ‘Capa Catalán’, recuperadas justo después de la muerte de Franco).

Sin embargo, hay algunos errores desafortunados en los pies de foto, como también en el texto. Por ejemplo la identificación equivocada de John Cornford en la p. 75, o el frecuente uso del término Unidad Médica Británica, en lugar del Comité Español de Asistencia Médica. Espero que habrá una futura edición, que subsane estos errores.

Al igual que Capa y Centelles, Wainman usó una Leica de 35 mm, una novedad que le permitió hacer 36 fotos antes de cargar un nuevo carrete. También creía en la necesidad de acercarse al tema elegido y muchas de sus fotos son primeros planos intimistas de voluntarios internacionales o civiles españoles. Algunas de las imágenes que destacan son: la llegada de voluntarios norteamericanos en enero de 1937 (pág. 86), Stephen Spender (p.148), hombres y mujeres aprendiendo a disparar fusiles (p.184) y una bella composición del interior de un hospital (página 153). La imagen de esta última pone el énfasis en el contraste entre el espacio vacío y las condiciones sucias del edificio y la imagen de la enfermera vestida de blanco y bañada en luz.

Muchas de las imágenes serán familiares a cualquiera que haya leído un libro sobre los británicos que lucharon en España, aunque algunas no se habían acreditado anteriormente a Wainman: por ejemplo, la de Nan Green y Leah Manning (p.222) tomando una pausa para el té en julio de 1938, la del doctor Reg Saxton tratando en vano de salvar la vida del voluntario galés Harry Dobson en la cueva-hospital de La Bisbal de Falset (236-9) y la de los soldados sonrientes que salen del hospital de Benicassim en la primavera de 1937 (página 141), que ilustra la cubierta del estudio de James Hopkins sobre los voluntarios británicos, Into the Heart of the Fire.

Las imágenes de Almas Vivas no cuentan la historia de las batallas o de la alta política, pero el conjunto del trabajo arroja luz sobre la vida cotidiana durante la guerra civil, la normalidad existente dentro de la locura y el horror de la guerra. Puede que las imágenes de Wainman no tengan la calidad y potencia de las de Capa o Centelles, ni la habilidad composicional de Cartier-Bresson o de Taro, pero poseen una gran inmediatez y, en muchos sentidos, su subestimación es su gran fuerza. Más que artefactos cuidadosamente construidos para contar una gran historia, las fotografías son instantáneas íntimas y profundamente personales de la vida.


[1] En 2016 el libro fue publicado en catalán por Memorial Democratic y ahora en español.