Febrero de 1937.La batalla del Jarama en el libro de Luigi Longo.
En 1966 la Editorial Era, de México, publicó el libro de Luigi Longo Las Brigadas Internacionales en España. Es un buen acercamiento a lo que fue aquel movimiento excepcional de solidaridad mundial con la República española atacada por el fascismo. Luigi Longo, uno de los creadores de las BI, fue el Inspector General de las mismas durante la guerra, y uno de los mejores conocedores de las mismas. Un defecto del libro es que no trata toda la historia de las brigadas sino que termina tras la batalla de Brunete. Esto no merma para nada el valor de su narración de los meses anteriores, en este caso las páginas que dedica a la batalla del Jarama. Aquí las presentamos:
Es la mañana del 6 de febrero de 1937… los fascistas atacan con tres columnas hacia La Marañosa, San Martín de la Vega y Ciempozuelos. El ataque es apoyado por un intenso fuego de artillería y por un centenar de tanques. Nuestra primera línea, que de momento cuenta apenas con unos cuantos hombres, situados ahí más para vigilar que para resistir, es barrida sin dificultades en todos los puntos del ataque. Nuestro frente se hunde al primer choque.
Por fortuna, el mando republicano puede recurrir de inmediato a las tropas que ha concentrado en la zona y emplearlas para contener al enemigo. Durante los días 6, 7 y 8 de febrero se combate encarnizadamente en las orillas derechas del Manzanares y del Jarama, en el ángulo que forman los dos ríos al unirse. El 8 los fascistas logran ocupar un puente sobre el Manzanares y acercarse a la carretera de Valencia; pero son rechazados al día siguiente después de un contraataque vigoroso de los republicanos, llevado a cabo por las tropas de Modesto. Los nuestros se mantienen firmemente en la orilla derecha del Manzanares.
En los combates de los primeros tres días los fascistas logran ocupar casi todo el territorio que se extiende entre sus posiciones originales y el Manzanares, al norte, -aunque sin llegar precisamente al río- y del Jarama, al este. Llegan hasta las elevaciones que rodean este último y que dominan el valle, hasta las colinas que se elevan enfrente, a cuatro o cinco kilómetros en línea recta.
Sin embargo, una vez llegados a este punto los fascistas tienen un momento de vacilación y dudan en qué dirección seguir: si cruzar el Manzanares y dirigirse hacia Vallecas, presionando inmediatamente sobre Madrid, o si cruzar el Jarama y, dirigiéndose hacia Morata de Tajuña y Arganda, con un movimiento envolvente más amplio, avanzar sobre Loeches y Alcalá de Henares cortando así las comunicaciones de la capital con Levante. Este último es el plan fascista que habrá de realizarse en una segunda fase de la operación.[1]
Una vez logrados con relativa facilidad los objetivos de la primera fase -llegar a la orilla derecha del Jarama- los fascistas se preparan a forzar el paso del río. Hacen avanzar a sus baterías de artillería, concentran a sus hombres y reúnen además a sus tanques. Los nuestros, sin saber con certeza la dirección que tomará la ofensiva fascista, no cuentan todavía con un plan preciso de resistencia. Bloquean las carreteras que llevan a la capital, se fortifican a la derecha del Manzanares, vigilan atentamente el puente del Jarama a cuatro kilómetros de Arganda y a veintiuno de Madrid, por el que pasa la carretera nacional de Valencia. Al mismo tiempo, algunas tropas son enviadas al este del Jarama para prevenir cualquier eventualidad.
Luigi Longo, en el centro, con voluntarios garibaldinos
La XII Brigada Internacional participa en esas acciones. Al atardecer del día 9 la brigada realiza algunos ejercicios frente al general Lukacs y se propone continuarlos al día siguiente. Pero durante la noche las órdenes cambian. La brigada debe trasladarse urgentemente a Arganda, para vigilar el puente y toda la ribera del Jarama en un trecho de varios kilómetros, hasta el puente de Pindoque. La aviación y la artillería enemigas, durante todo el 10 de febrero, martillean el frente de Arganda y nuestras otras posiciones a lo largo de la orilla derecha del Manzanares y a la izquierda del Jarama, y los pueblos de la inmediata retaguardia. En la noche entre el 10 y el 11 el Dombrowski, a las órdenes de Barwinski, ocupa varias posiciones sobre el Manzanares; el batallón franco-belga se sitúa en torno al puente de Arganda y envía una compañía a tomar el puente de Pindoque; el batallón Garibaldi se queda como reserva en el caserío de Arganda. Se adivina que pronto atacarán los fascistas y que la batalla asumirá entonces la amplitud y violencia correspondientes a las fuerzas y a los medios puestos en juego por una y otra parte.
Una brecha en el frente republicano
Llego a Arganda desde Albacete para inspeccionar la XV brigada que parte para el frente. Me acompaña Billoux, que debe visitar a los voluntarios franceses de los distintos batallones internacionales, y Camen (Giuliano Pajetta), que por primera vez viene al frente. Llegamos a tiempo para saludar a Nicoletti, en vísperas de salir a Francia aprovechando un corto permiso. Desde las primeras palabras que cruzamos con los integrantes del Estado Mayor de la XII brigada, nos enteramos que las cosas no van según los planes preestablecidos. Los fascistas avanzan en La Marañosa y manifiestan intenciones agresivas. ¿Han percibido algo de nuestros planes? A la hora de la comida, hay quienes afirman que hemos esperado demasiado para atacar; otros piensan que nos conviene esperar al enemigo y recibirlo como se debe, con todas las fuerzas y medios que hemos concentrado. En conjunto, se mira la situación con confianza e inclusive con euforia.
Por la tarde, bajamos al río con Nicoletti y Camen. Llegamos en automóvil hasta los primeros edificios, pero no es aconsejable seguir adelante por la carretera descubierta. Debemos continuar a pie, escondiéndonos entre los árboles que hay al lado de la carretera. Desde La Marañosa los fascistas nos observan y disparan con sus cañones al más mínimo movimiento. La atmósfera es gris, el cielo está cargado de nubes y el paisaje abandonado y silencioso. Los nuestros ocupan el puente y parte de la carretera, con pocas fuerzas en misión de vigilancia. No se percibe el acostumbrado movimiento del frente.
El enemigo vigila nuestros pasos desde lo alto y nosotros estamos demasiado al descubierto. Nicoletti y yo, detrás de un muro, nos asomamos para inspeccionar la otra orilla del río, que desciende en talud hacia las aguas abundantes y tumultuosas. No vemos a nadie. Sin embargo, los que vigilan desde las alturas de enfrente deben de haber observado nuestros movimientos y disparan sobre la carretera, sobre las tres o cuatro casas que hay a la salida del puente, muy cerca de donde estamos. Un verdadero desperdicio, ya que lanzan una docena de granadas que no hacen ningún daño, algunas de las cuales se hunden sin estallar en el terreno fangoso del lugar. No obstante, queda demostrado que el enemigo vigila con atención y no ahorra medios para responder a nuestros movimientos.
Esa noche, en la mesa del mando de la brigada, continúan las conversaciones sobre nuestra situación. Están Nicoletti, que saldrá pronto, y Nenni, que ha vuelto para visitar el batallón Garibaldi. Nenni, Camen y yo dormimos juntos en un gran cuarto que han puesto a nuestra disposición en el pueblo. Todavía no amanece cuando nos despierta el ruido de la gente en la calle y un intenso movimiento de camiones. Llega de lejos el sordo retumbar de los cañones. Corremos a la comandancia de la brigada, en la que se advierte una gran confusión. Han llegado malas noticias de los puestos avanzados. Todavía no se conocen detalles, pero ciertamente ha ocurrido algo grave. Algunos voluntarios fugitivos, provenientes del puente de Pindoque, llegan a Arganda. Declaran que fueron sorprendidos durante la noche, rodeados por todas partes y que no les quedaba otra salvación que la fuga. Han venido al Estado Mayor a dar la voz de alarma.
Al momento se dictan órdenes para movilizar a la brigada y enviar las fuerzas disponibles para detener el avance enemigo. Se refuerza la defensa del puente de Arganda, pero lo que más urge ahora es enviar fuerzas nuevas y organizadas a la orilla izquierda del Jarama, para resistir ahí a los fascistas que avanzan desde la llanura aprovechando la brecha que hay en el puente de Pindoque. Con ese fin, se utilizan las compañías garibaldinas que están de reserva en Arganda, las cuales, a medida que se reúnen, parten cantando directamente al punto donde es más grave la amenaza fascista.
En Porcales, en un grupo de casas perdidas en la llanura no lejos del río, los garibaldinos encuentran a los combatientes del batallón franco-belga y a los sobrevivientes de la compañía que ha sido sorprendida en el puente de Pindoque. Sólo en ese momento conocemos los detalles de los hechos ocurridos durante la última noche y los peligros que se ciernen sobre todas nuestras fuerzas. Favorecidos por las sombras de la noche, los moros lograron sorprender a nuestros centinelas degollándolos silenciosamente antes de que pudieran dar la voz de alarma. De este modo los fascistas lograron cruzar el puente y sorprender y aniquilar a la compañía del batallón franco-belga que lo defendía. Por esa brecha, pasan rápidamente cinco batallones enemigos, seguidos por muchos tanques que se despliegan de inmediato en la llanura y atacan por la espalda a los defensores del paso del río que se encuentra más cerca del valle… Los fascistas han logrado así establecer una amplia y sólida cabeza de puente. [2]
Entre el puente de Arganda, todavía en nuestro poder, y el puente de Pindoque, en manos de los fascistas, hay tres o cuatro kilómetros de distancia. Sólo que aquí el río es profundo, la corriente impetuosa y el paso difícil. Por otra parte, la orilla derecha, en algunos lugares, desciende casi a plomo sobre las aguas. En este lugar no hay peligro, salvo las molestias que producen los fascistas desde las elevaciones que ocupan, al disparar sobre cualquiera que se mueva en la llanura. Todo se desarrolla como en un anfiteatro en el que los fascistas ocupan las gradas más altas y nosotros la arena. Por eso, los fascistas observan nuestros movimientos y nos disparan, a voluntad y sin riesgo para ellos, con sus fusiles, cañones y morteros.
Sin embargo, al menos por esta parte no hay peligro de ataques sorpresivos. El peligro es grave y apremiante en la llanura que separa el Jarama de los cerros que se elevan a su izquierda, a cuatro o cinco kilómetros de distancia. De este lado, pasando por el caserío de Porcales, podría desatarse la marea fascista, avanzar por el valle hasta Arganda, cortar la carretera de Levante y proseguir hacia Loeches y Alcalá de Henares. Los fascistas tendrían también la alternativa de avanzar hacia Morata de Tajuña y, en un movimiento más amplio, alcanzar los mismos objetivos.
No hay tiempo que perder. A los lados de la brecha abierta en el río por los fascistas hay fuerzas republicanas; en el monte están las fuerzas de la XII brigada y en el valle las fuerzas españolas dirigidas por Líster. Pero adelante, en dirección a Morata de Tajuña, hay por lo pronto un vacío que se ensancha a medida que la cabeza de puente enemiga es más amplia, aumentando así las posibilidades de una profunda penetración. Es necesario presionar sobre los flancos de la cabeza de puente y organizar la resistencia frente a él, llenando el vacío en el sector de la brecha abierta.
Al sur, la acción corresponde a Líster y a otras formaciones españolas; al norte, la situación está en manos de los internacionales. El batallón Garibaldi, como ya hemos dicho, ocupa la llanura formando un dique capaz de contener a la creciente marea fascista. El batallón polaco que estaba a la derecha de la brigada, en el Manzanares, es llamado con urgencia a la izquierda del batallón “Garibaldi”, con la misión de avanzar entre el valle y el monte y para establecer contacto con las otras unidades republicanas. Entretanto, otras fuerzas republicanas, españolas e internacionales son llamadas también a este sector.
Ahora es evidente que en las orillas y elevaciones del Jarama se desarrolla una nueva gran batalla por Madrid. Todas las fuerzas disponibles deben ser llevadas al campo de batalla. Por lo que hace a las Brigadas Internacionales, además de la XII que ya está en el frente de batalla, llega la XI desde Murcia, y están en camino la XV, nueva, proveniente de Albacete, y la XIV, que llegará de Torrelodones. Además de las cinco baterías internacionales se reúnen otras baterías españolas para intervenir en la gran batalla que se inicia.
Sin embargo, estas perspectivas sólo existen por lo pronto en los planes y órdenes que se dictan hasta que es evidente la gravedad del peligro que corremos. En realidad la situación es difícil. Existe el temor de que no lleguemos a tiempo de contener a los fascistas. Para informarme mejor de la situación recorro el camino de Arganda a Morata de Tajuña y a Chinchón, que está trazado en su parte inicial sobre la cima de las alturas que limitan a la izquierda la llanura del Jarama. Conozco el terreno por haberlo recorrido varias veces durante nuestra primera operación contra el Cerro de los Ángeles. Me propongo llegar al cruce de esa carretera por el ramal que todavía sube un poco y después baja hacia San Martín de la Vega. Quiero cerciorarme de nuestras posiciones en esta región y del grado de avance de los fascistas.
Viajo en automóvil con Camen. [3] En el cruce de carreteras nos desviamos hacia San Martín de la Vega. Cuando llegamos a la parte más alta del camino vemos un movimiento de camiones y hombres. Descendemos del coche y buscamos información. Obtenemos poca y confusa: se nos dice que los internacionales avanzan hacia la derecha de la carretera entre los bosques de olivos que cubren la altura. Son los hombres de la XI brigada que, a medida que llegan de Murcia, le salen al paso al enemigo. Pero nadie sabe decimos con precisión donde está el enemigo. Continuamos a pie, entre los olivos, en la dirección en que debemos encontrar a los hombres de la XI brigada, según las indicaciones que se nos han proporcionado. Además, me propongo encontrar un buen otero que nos permita observar todo el valle para hacemos una idea de la situación. Nos guía un comisario francés que hemos encontrado en nuestro camino.
En esos momentos, a una distancia de cuatrocientos o quinientos metros de la carretera, a nuestra izquierda, observamos algunos movimientos sospechosos. Grupos de hombres, como olfateando un viento traicionero, retroceden despavoridos, desconfiados y desorientados. Es inútil solicitar información o explicaciones. Nadie sabe mucho más que nosotros y por toda respuesta obtenemos una mirada de sorpresa y un significativo encogimiento de hombros. Pero imprevistamente la escena se agita a nuestra izquierda. Silba a lo lejos una bala. Pensamos que algún soldado republicano ha disparado al azar. Sin embargo, a la primera siguen otras. Los hombres que están en el bosque se sobresaltan y aceleran el paso, buscando instintivamente alejarse de la zona de peligro. Al fin comprendemos que estamos a tiro de las vanguardias fascistas. Estas han ganado las colinas y disparan sobre nuestras cabezas; los soldados republicanos que encontramos son los restos en desbandada de algunas unidades arrolladas por el avance fascista.
Intentamos detener a los fugitivos, organizarlos con los Comisarios y oficiales que encontramos, establecer una línea de resistencia. Por fortuna llegan de la retaguardia unidades frescas y organizadas. Se colocan en algunos puntos estratégicos y si no integran todavía una sólida defensa representan al menos una serie de puntos de resistencia. Todavía no es mucho, pero ya es un principio de organización capaz de oponerse al enemigo y de frenado por el momento. Entre este lugar y las posiciones de los batallones Garibaldi y Dombrowski en la llanura, es decir, entre las colinas y el valle, hay alrededor de tres o cuatro kilómetros, casi por completo al descubierto. Para llenar este hueco llegan de Morata de Tajuña las fuerzas de la XI brigada. Sin embargo, el espacio es tan amplio que no logran cubrirlo completamente. Para darme cuenta de la situación me propongo reunirme con el batallón polaco.
En automóvil viajamos hacia Arganda; después, acompañado por Camen, marcho a pie por campos de viñedos y olivares, entre colinas, para llegar más fácilmente a la llanura y encontrar al batallón polaco que debería hallarse en su lugar. Pero mis cálculos son equivocados. La distancia es mayor de la prevista. Sobre una tierra floja, arada recientemente, los pies se hunden y la marcha se hace lenta y difícil. Camen prosigue fatigosamente, resoplando. Sospecho que me he metido en una aventura absurda. A nuestro alrededor reina un silencio sepulcral, de mal agüero. Solamente encontramos a un campesino que trata de huir entre las hileras de olivos. Le paramos y lo interrogamos. Viene de sus tierras, situadas a uno o dos kilómetros de distancia; las ha abandonado porque ha visto moverse, a lo lejos, patrullas de caballería mora. Deducimos que por esa parte no deben estar los que buscamos.
Regresamos para tomar el automóvil y volver a Arganda. Exponemos la situación al Estado Mayor de la XII brigada tal como resulta de nuestras observaciones directas y de las informaciones recabadas. Lukacs y Bielov nos informan sobre la situación en la llanura y a lo largo del Jarama.[4] Convienen con nosotros en que el batallón polaco debe de estar solo al pie de las lomas y que a su izquierda hay un espacio absolutamente libre que lo separa de las otras fuerzas republicanas.
Deseamos completar nuestra exploración observando las posiciones del batallón Garibaldi y el desarrollo de los acontecimientos en el Jarama. Durante un breve tiempo podemos avanzar en automóvil, a lo largo de una carretera vecinal que conduce a Porcales. Después proseguimos a pie porque se nos informa que los fascistas disparan desde las colinas de La Marañosa con cañones de pequeño calibre sobre cualquier vehículo que se mueva. Los compañeros nos proporcionan a Camen y a mí un casco, y con la guía de un enlace nos adentramos en campo libre para llegar a los puestos avanzados.
El aviso no ha sido inútil. Desde lo alto de las colinas de La Marañosa no solamente disparan sobre cada vehículo, sino también sobre cada grupo, sobre cada hombre que se mueve en la llanura. La mejor prueba es que, mientras avanzamos por los campos, se nos dispara insistentemente con un pequeño cañón. A cada silbido de proyectil nos lanzamos a tierra, para proseguir la carrera entre un disparo y otro. Buscamos algún refugio, pero el terreno es plano, arado recientemente y los de arriba no ceden fácilmente. Sentimos las explosiones cada vez más cerca y nos llueven las piedras y tierra que levantan. Por fortuna, logramos escondernos en medio de un cañaveral que crece a orillas de una laguna, y de ahí alcanzamos una franja de tierra que corre transversalmente a la llanura. Sólo entonces callan nuestros atacantes. ¡Ya era hora! Los compañeros nos explican la situación. Durante el contraataque de esa mañana los moros han sido rechazados de algunos caseríos que ahora ocupan los nuestros. Se ha luchado todo el día para repeler los ataques enemigos, reforzar nuestra línea y desalojar a los fascistas de los puntos estratégicos y que presentan un peligro para nosotros.
Durante estos combates, Pacciardi es herido ligeramente en el pómulo y la oreja. Nenni, que estaba cerca, se transforma en enfermero y le venda las heridas; después lo acompaña bajo una lluvia de balas, al puesto de primeros auxilios. Ahora el batallón Garibaldi ocupa casi todo el sector de la llanura que va del río hacia los montes de la izquierda, donde enlaza con el batallón Dombrowski. Este ha luchado encarnizadamente durante todo el día; a lo lejos, al pie de las colinas, vemos que al caer la noche se retira una hilera de tanques republicanos que han intervenido en apoyo de los polacos. Desde las colinas de La Marañosa los cañones fascistas los persiguen con su
fuego; los proyectiles silban sobre nuestras cabezas y estallan alrededor de los carros. Pero estos prosiguen sin contratiempos. [5]
Se cierne la noche sobre una situación extremadamente difícil y llena de peligros. El enemigo ataca con cerca de treinta mil hombres y un centenar de tanques, aparte de los cañones y aeroplanos. Es el más grande despliegue de hombres y material bélico que haya habido jamás. Tiene la ventaja de la iniciativa y ha logrado abrir una brecha en nuestro frente, tratando de ampliar su avance hacia Arganda y Morata de Tajuña. Esta brecha debe cerrarse lo más pronto posible. No nos interesa la táctica de las acciones que deben desarrollarse para alcanzar ese objetivo -afirma el jefe del Estado Mayor de la defensa de Madrid, Vicente Rojo, a los comandantes de las tropas que intervienen- pero sí es preciso que se logre urgentemente, en la llanura y en la zona montañosa, cerrando el paso a los fascistas a la red de carreteras que se extienden al este de Madrid.
Fracaso de la ofensiva fascista
Ha terminado la jornada más peligrosa, la jornada de las sorpresas y de la ruptura del frente. Al terminar el día era evidente que disminuía el empuje fascista. Durante la noche, en la línea ocupada por los nuestros, se realizan febriles obras de fortificación y llegan las tropas de refuerzo. La XI brigada está ya en línea; al día siguiente llega la nueva Brigada Internacional, la XV, que se sitúa en la carretera Morata de Tajuña-San Martín de la Vega. Es el punto más avanzado y en él presiona con más fuerza el enemigo. Los nuestros conservan la pequeña planicie que llega a las alturas que separan el valle del Jarama del valle del Tajuña.
Presionamos para rechazar a los fascistas detrás del Jarama, y ellos insisten en expulsarnos del Tajuña. La llanura, cubierta de olivares, está cruzada en todas direcciones por separaciones de piedra que delimitan las diferentes propiedades y que son óptimas trincheras para la infantería, pero que son al mismo tiempo mortíferas reservas de proyectiles suplementarios, por los fragmentos que saltan a cada explosión de las granadas y bombas. [6]
A la izquierda, la XV brigada enlaza con la división de Líster, integrada por tres brigadas españolas (la 1ª, la XVIII, la XXIII) y a su derecha con la XI Brigada Internacional y [más allá] con la 5ª brigada española. Entre esta última brigada y la XII Internacional vendrá a situarse, en el curso del día, la XIV internacional que llega de Torrelodones.[7] En la formación final del frente de batalla se encuentran alineadas doce brigadas republicanas, entre las que hay cuatro internacionales: alrededor de treinta mil hombres en total; es decir, una cifra semejante al número de los atacantes.
La novedad de la batalla radica en la abundancia de material bélico movilizado por ambas partes. Los fascistas cuentan con un centenar de tanques y nuevos tipos de cañones de tiro rápido y fácil manejo, de origen alemán. También de nuestro lado hay mejoras cualitativas y cuantitativas. La artillería opera bajo un mando único y, con su gran movilidad, satisface todas las exigencias. Por desgracia, la falta de municiones obliga a determinadas baterías a guardar silencio en algunos momentos. Por primera vez hace su aparición la artillería antiaérea republicana, que vigila el cielo eficazmente desde las alturas situadas entre el Jarama y el Tajuña. En ella figura una batería internacional cuyo Comisario es el camarada Bruno Rosseti. Apenas comienza a funcionar esta batería logra derribar a un Fiat fascista, entre los gritos de entusiasmo de los voluntarios y de la población.
Nuestras escuadrillas de caza, que han aumentado notablemente en estos días, cruzan sin descanso el cielo sobre el campo de batalla. En un solo día, y por cinco veces consecutivas, los cazas republicanos logran frustrar los intentos de bombardeo fascista sobre nuestras líneas. Hay pilotos que durante la jornada entablan siete combates aéreos. Aquí, sobre el Jarama, tiene lugar la más grande batalla del aire realizada hasta el momento, con más de cien aparatos luchando en el cielo.
Entre el 11 y el 15 de febrero la batalla del Jarama adquiere su mayor intensidad. Es tan grande el ímpetu y la decisión de ambas partes, que la lucha llega a los límites de ferocidad y dureza. Los fascistas desean a toda costa penetrar y ensanchar su avance inicial. Como hemos dicho disponen de medios abundantes, que concentran sobre un frente máximo de seis o siete kilómetros de extensión. Su artillería, emplazada en puntos extremadamente favorables, dispara sobre nuestras primeras líneas, sobre la retaguardia, sobre nuestros puntos de concentración. Disparan sus ametralladoras en todas direcciones, sobre los olivares y los accidentes del terreno. Audaces patrullas de caballería mora, sobre todo durante los primeros días, cuando aún no contamos con una sólida línea de resistencia, se infiltran en los valles y localizan nuestros puntos débiles y sin defensa para que se dirija sobre ellos el grueso de las fuerzas fascistas.
Los nuestros, una vez superados los primeros momentos de desconcierto, resisten con valentía y determinación hasta morir sobre sus puestos para dar tiempo a que lleguen refuerzos. La calidad y el heroísmo de los hombres suplen con amplitud las fallas de una organización todavía incipiente. Los nuevos combatientes siguen los pasos de los veteranos de la defensa de Madrid; los españoles compiten con los internacionales. Los veteranos de la XI, de la XII y de la XIV brigadas luchan como es su costumbre,[8] y los reclutas de la XV -norteamericanos, ingleses, balcánicos, franceses y una compañía italiana- siguen también su ejemplo, pese a que se encuentran, por vez primera, en el infierno de la batalla y en el punto más duro y crítico de la lucha.
Voluntarios de la XIV BI en las posiciones del Jarama
Los hombres han aprendido a protegerse de los disparos enemigos utilizando todos los obstáculos naturales: olivos, viñas, depresiones del terreno, muros de piedras; en cuanto pueden, excavan hoyos, profundas trincheras y corredores, con todas las reglas del arte. La lucha es tan dura y despiadada que no se la puede tomar a la ligera. Después de un violento cruce de fuego de todas las armas, se avanza, se retrocede, se huye de una inesperada lluvia de plomo, se aprovecha cualquier vacilación del enemigo para regresar a las posiciones abandonadas. Después, se producen nuevos ataques y contraataques, nuevos repliegues y avances. Es un juego mortal que se repite seis, ocho, diez veces en un mismo día, en diversos puntos del frente, durante días y días de combates encarnizados.
Durante los primeros días el tiempo es magnífico. Nuestros voluntarios suben y bajan a través de las llanuras para ocupar sus posiciones y en los puntos más descubiertos avanzan pecho a tierra. El sudor resbala sobre los rostros cubiertos de polvo. Los voluntarios tienen sed, pero no hay agua; tienen hambre, pero los alimentos llegan con dificultad y, en general, sólo de noche. Sin embargo, algunos días después llueve con fuerza y el terreno se vuelve fangoso, pegajoso, resbaladizo, y las trincheras y corredores se transforman al poco tiempo en pozos de agua y en pequeños torrentes impetuosos.
Al avanzar y retroceder, algunos grupos de hombres pierden el enlace con sus compañeros; de pronto se encuentran aislados, atacados por los flancos y la espalda por fuerzas superiores. Pero no pierden el valor: resisten hasta el último cartucho y frecuentemente logran abrirse camino y ponerse a salvo. Otras veces se hacen matar por las ametralladoras enemigas o, habiendo agotado cualquier posibilidad de resistencia caen prisioneros en manos de los fascistas. La XV y la XI brigadas han pasado por muchos de estos episodios de valor y sacrificio. Tan sólo la compañía italiana del batallón Dimitrov, de la XV brigada, registra en los primeros días de combate alrededor de treinta “desaparecidos”, entre los que se encuentra el socialista Carloni, uno de los principales dirigentes de los emigrados italianos en Francia. [9]
Además de estos episodios de gran heroísmo en la defensa de nuestras posiciones, hay otros de generosa solidaridad y abnegación para liberar grupos nuestros cercados por el enemigo. Se realizan milagros de ingenio y agudeza para salvar a los compañeros heridos, para recuperar los cuerpos de los amigos muertos; a veces, el intento se descubre a mitad del camino y entonces se hace imposible avanzar o retroceder. El valiente queda atrapado todo el día al abrigo de alguna roca, en espera de la oscuridad que le permita cumplir con su acción generosa.
Durante la jornada del 14 de febrero los rebeldes logran avanzar uno o dos kilómetros en dirección a Morata, acercándose a la carretera de Chinchón. Los tanques enemigos aparecen de improviso frente a la XV brigada, avanzando en línea recta y vomitando hierro y fuego. Los defensores, atacados por sorpresa, se encuentran sin bombas, sin proyectiles, sin cañones antitanque. Disparan con proyectiles comunes y corrientes, pero las balas rebotan contra el blindaje. Deben replegarse, aunque después interviene, desde lejos, nuestra artillería y nuestra aviación, desencadenándose el contraataque de la infantería y obligando a los fascistas a retroceder.
Durante los días 15 y 16 de febrero los combates continúan en todo el frente, con una intensidad que no disminuye. Los fascistas no pierden todavía la esperanza de lograr sus objetivos y lanzan un ataque después de otro; pero nuestra resistencia se consolida y es cada vez más eficaz. Se ha logrado una fuerte línea sin fisuras de hombres y armas y capaz de contener el ataque enemigo. Nada pueden lograr. La brecha se cierra; los fascistas no pueden avanzar y se estrellan contra la barrera indestructible del heroísmo de los defensores republicanos, españoles e internacionales. A lo largo de estos desesperados intentos las unidades marroquíes y fascistas pierden hasta el cuarenta y el cincuenta por ciento de sus efectivos.
La XV BI en el frente del Jarama
En la mañana del 17 de febrero, la iniciativa pasa decididamente al lado de los republicanos. Mientras continúa nuestra resistencia en el sector de mayor presión, el mando central español organiza, según la fórmula clásica, dos ataques en las alas de nuestra formación general de batalla; y más precisamente, a los lados y en la base de las fuerzas enemigas de vanguardia. Al norte el ataque se despliega contra La Marañosa, partiendo de la orilla derecha del Manzanares; al sur, contra el Pingarrón, que cierra a la izquierda del río la llanura del Jarama. En los dos ataques participan exclusivamente tropas españolas; al norte, las fuerzas de Modesto; al sur, la división de Líster.
Después de una furiosa embestida, la vanguardia de Modesto logra llegar cerca del puesto de mando fascista en La Marañosa; para detenerla, el enemigo se ve obligado a movilizar tropas de las primeras líneas, situadas más allá del Jarama. Al mismo tiempo, Líster ataca y rodea al Pingarrón y llega hasta cerca de San Martín de la Vega. En este reducido sector se combate con violencia durante tres días consecutivos; el enemigo debe enviar ahí a sus mejores tropas y material en abundancia. Las posiciones cambian de mano con frecuencia. Entretanto, el resultado práctico inmediato es que los fascistas están obligados a pasar del ataque a la defensa.
En dicho sector se decide la gran batalla del Jarama. Mientras se multiplican los ataques y contraataques, en el resto del frente las fuerzas republicanas consolidan sus posiciones, refuerzan sus defensas y crean una línea continua e invulnerable. Después de trece días de una batalla durísima, en que se han enfrentado fuerzas importantes de hombres y material bélico, los fascistas son detenidos prácticamente sobre la misma línea que alcanzaron por sorpresa el primer día. Han ocupado una faja de terreno de diez o doce kilómetros de longitud y de tres o cinco de anchura, que forma un arco a partir de la confluencia del Manzanares y del Jarama, pasando al oeste de la carretera Chinchón-Arganda, para cortar después el Jarama en el valle de San Martín de la Vega. Demasiado poco para tan gran esfuerzo y sacrificio.
El 27 de febrero nuestras fuerzas procuran reducir aún más este arco. Participan en la acción la XXIV y la XXV brigadas españolas, y la XV y XI Brigadas Internacionales. La XII brigada ha sido transferida del campo de batalla de estos días a Morata, en calidad de reserva. El ataque comienza con un fuego nutrido de artillería; la aviación apenas interviene, en vista del tiempo nublado. El peso del combate recae sobre la XV brigada. Sus batallones Lincoln, Dimitrov y Seis de Febrero dan pruebas de gran audacia. Los nuestros avanzan más de un kilómetro, pero los fascistas contraatacan violentamente; está por entrar en acción la XII brigada cuando se suspende la operación. Durante la noche cae un diluvio. Al día siguiente un magnífico sol brilla en todo el sector, que vuelve a calmarse.
Ha terminado la nueva gran ofensiva fascista sobre Madrid, que fracasa rotundamente. El enemigo no sólo no ha logrado alcanzar Alcalá de Henares, como eran sus planes, sino que tampoco ha podido ocupar Arganda y Morata de Tajuña aunque, adelantándose a los hechos, ha difundido la noticia en todo el mundo. Los fascistas tampoco han logrado cortar la carretera Madrid-Valencia; cuanto más han entorpecido un poco el tráfico, en un breve trecho, por los disparos de su artillería desde las alturas de La Marañosa. Ni siquiera han logrado llegar a la carretera Chinchón- Arganda, mucho menos importante. Apenas han conquistado algunos kilómetros cuadrados de terreno sin ninguna importancia militar y a un precio altísimo.
Lucha contra la muerte
La batalla del Jarama, por la dureza e intensidad de los combates, ha puesto a prueba los servicios médicos de las Brigadas Internacionales, ahora dirigidas por el doctor Oscar Telge, antifascista búlgaro, que ha sustituido al doctor Neumann, antifascista alemán. Los servicios médicos, en previsión de la ofensiva republicana que se había proyectado, fue reforzada con anticipación especialmente en la rama de cirugía y en el aspecto relativo a la evacuación y recuperación de los heridos en los hospitales internacionales, recientemente organizados en la retaguardia y en la costa.
Para efectuar operaciones quirúrgicas en las primeras líneas, cada grupo de cirujanos de las brigadas cuenta con un camión dotado de los indispensables instrumentos y medicamentos, de materiales de esterilización y de una reserva de agua esterilizada. Atrás, un buen número de camionetas transportan ropa de cama, colchonetas y todo lo indispensable para realizar trabajos sencillos de carpintería, montar camas, organizar lavanderías y cuanto es necesario para el funcionamiento autónomo de un puesto de primeros auxilios. Hay aparatos de calefacción para combatir el frío en las salas de operación, si se puede llamar así al pequeño espacio en el que se opera sobre los camiones o bajo una tienda improvisada. Una pequeña planta de luz proporciona la corriente eléctrica que pueden necesitar los cirujanos y que permite mantener encendidos treinta focos.
Cada grupo de cirujanos está integrado cuando menos por un jefe y médicos ayudantes, por enfermeros y personal auxiliar, choferes, mecánicos, etc. La XI, la XIV y la XV brigadas disponen cada una de una sala de operación móvil, bautizada por los franceses con el nombre de “automóvil quirúrgico”, regalo de la solidaridad internacional, mientras la XII brigada tiene a su disposición un grupo de cirujanos españoles. Apenas se inician los combates y se conocen las posiciones de nuestras unidades, el servicio entra en acción; a las veinticuatro horas de iniciada la batalla del Jarama, ya estaban instalados cuatro hospitales de campaña, uno por cada brigada. Naturalmente, los grupos de Sanidad comienzan a trabajar apenas llegan a su puesto, aún antes de que todo esté en orden. Durante la batalla, el trabajo de los cirujanos, médicos y enfermeros no cesa un instante. Los heridos llegan a un promedio de doscientos o doscientos cincuenta al día. Hay internacionales y españoles, y a todos se les recibe y cura con el mismo cariño. Se opera bajo los bombardeos aéreos, entre los gritos de dolor de los heridos y el estertor de los moribundos. Con frecuencia falta el material, los cirujanos y asistentes son insuficientes, pero no falta nunca la abnegación y el espíritu de sacrificio del conjunto.
Cada uno trabaja sin tregua. En la primera fase de la batalla, durante cinco días y cinco noches, médicos y enfermeros operan, curan y vendan, y sólo interrumpen su labor para dormir un poco y para volver después a operar, a curar y a vendar a los heridos. Frecuentemente los miembros del cuerpo médico se tambalean por el agotamiento, la fatiga y el sueño, pero siguen empuñando los instrumentos. Otras veces suena la alarma, pero no por el peligro de un bombardeo sino porque el material médico y la anestesia están a punto de agotarse, aunque siempre llega lo necesario de Madrid, de Valencia, de Albacete para continuar una lucha febril contra la muerte.
A la primera oportunidad los heridos son evacuados del frente para ponerlos a salvo en la retaguardia y dejar su lugar a los recién llegados. De preferencia, se envían a Tarancón de donde, en ambulancia o por tren, prosiguen su camino hacia los centros hospitalarios de las Brigadas Internacionales en Murcia y en la costa. Sin embargo, no contamos con un número suficiente de ambulancias para satisfacer todas las exigencias. Los chóferes trabajan día y noche, deben guiar a través de bosques y campos, por senderos y caminos semidestruidos, entre un movimiento continuo de vehículos, bajo la amenaza de los aviones enemigos y sin poder encender los faros durante la noche. Están agotados por la fatiga y el sueño; sus ojos apenas ven en la oscuridad, pero continúan manejando y, de tiempo en tiempo, se frotan los ojos para vencer el sueño. A pesar de estas condiciones difíciles, en conjunto casi no hay accidentes o carecen de importancia.
Así, durante la batalla y aún después, en el frente y en la retaguardia, más de cien médicos, enfermeros y enfermeras, voluntarios de muchos países, luchan por arrancar de los sufrimientos y de la muerte a nuestros heridos, Este servicio extraordinario y altamente meritorio es el fruto de la colaboración de los médicos y enfermeros progresistas del mundo entero. Organizado por iniciativa de los camaradas franceses, hoy cuenta con cirujanos, médicos y enfermeros de Francia, Alemania, Bélgica, Inglaterra, Estados Unidos, Canadá, México, Checoslovaquia, Escandinavia, Polonia, Bulgaria y otros países. Todos ponen en práctica los tesoros de experiencia médica y quirúrgica acumulada por los distintos ejércitos en la Guerra Mundial y en las luchas revolucionarias.
No hay conflictos de nacionalidad, ni de escuelas médicas, ni de razas, ni de colores. Los médicos nacionales operan al lado de sus colegas europeos, los judíos con los arios, la enfermera negra compite amorosamente con la blanca para asistir a los heridos y enfermos. La Cruz Roja internacional –que no ha sabido o no ha querido, salvo algunas raras excepciones, prestar en España su asistencia, y que no debería conocer fronteras nacionales ni políticas– ha sido ampliamente sustituida por la solidaridad espontánea y generosa de los pueblos y de los médicos progresistas. Esta es otra característica de los tiempos actuales y una nueva consecuencia de la llamada No-Intervención.
Heridos en el Jarama de la XV BI. Walter Gregrory marcado con una X
Las pérdidas de las Brigadas Internacionales en la batalla del Jarama son muy graves. Todas iniciaron la lucha con efectivos que variaban entre dos y dos mil quinientos hombres. Al terminar la batalla apenas cuentan con mil quinientos cuando más. Sobre todo han sido diezmados los efectivos de los batallones combatientes; su promedio es de doscientos cincuenta hombres, aunque hay batallones que cuentan todavía con trescientos o cuatrocientos con excepción del franco-belga de la XII brigada, que fue sorprendido en el puente de Pindoque, que no tiene más de ciento veinte; el batallón inglés tiene ciento cuarenta; los batallones franco-belga de las brigadas XIV y XV ciento cincuenta y doscientos cada uno. En total, las cuatro Brigadas Internacionales que han participado en la batalla del Jarama han perdido alrededor de dos mil heridos y seiscientos o setecientos muertos, además de algunos centenares entre desaparecidos y prisioneros.
Entre los muertos y heridos hay muchos jefes militares y políticos, jóvenes comisarios y valerosos comandantes. Algunas compañías y batallones se han visto en la necesidad de cambiar su comandante varias veces en una sola jornada. El batallón Lincoln ha tenido seis comandantes en el curso de la batalla. El último comandante era, al principiar ésta, un cabo con mando de sección. Entre los heridos y los muertos hay algunos nombres muy conocidos: Grebenarov, búlgaro, comandante del batallón Dimitrov, muerto; Wintringham, inglés, comandante de batallón, herido; André Brugères, francés, jefe de compañía, muerto; Fort, comandante del batallón 6 de febrero, herido, quedando completamente ciego; Rebiére, francés, comisario adjunto de la XI brigada, herido; Azzi, socialista italiano, comisario del batallón Garibaldi, herido; Galli, francés, comisario de batallón, herido; por desgracia, la lista podría extenderse páginas y páginas.
El sacrificio de tantos voluntarios internacionales y de tantos combatientes españoles ha contribuido a lograr una nueva e importante victoria en la resistencia y en la lucha por la defensa de Madrid y de la España republicana. En efecto, una vez rechazada la tentativa de enero para aislar la capital por el oeste, y fracasado el nuevo intento de aislarla por el este, Madrid está de nuevo en condiciones de respirar con tranquilidad y de trabajar con mayor
seguridad, ya que sus defensores han demostrado que saben enfrentarse al ejército fascista y vencerlo en campo abierto, en la batalla más importante que ha tenido lugar hasta el momento, por el número de hombres y la amplitud de armas modernas que participaron en ella.
[1] En realidad el plan franquista siempre fue el de llegar a Alcalá de Henares a través de Arganda y Campo Real (entonces Campo Leal)
[2] Sobre la actuación del batallón André Marty, ver nuestro artículo en la web.
[3] Giorgio Camen era el alias de Giuliano Pajetta, un comunista italiano que se vio obligado a exilarse en 1931 y marchó a España en 1936. Fue uno de los principales ayudantes de Longo tanto en la guerra de España como en la Resistencia partisana. Apresado por los nazis, fue encarcelado en Mauthausen, de donde salió al final de la guerra. Participó en la Asamblea Constituyente italiana y trabajó para la dignificación de los trabajadores italianos.
[4] El general Lukacs, húngaro, era el jefe de la XII BI. Murió en el frente de Huesca el 1l de junio de 1937, el día previo a la ofensiva republicana sobre la ciudad. Bielov, o Belov, era el alias de Karlo Lukanov, un comunista búlgaro que también se vio forzado al exilio. Fue Jefe de Estado Mayor de la XII BI. Al regresar a la URSS luchó con el ejército soviético y luego, ya en Bulgaria, llegó a ser Ministro de Asuntos Exteriores.
[5] Sobre el batallón Dombrowski se puede leer el artículo publicado en nuestra web.
[6] La película La tierra de España (1937), de Joris Ivens y Ernst Hemingway, ofrece imágenes verídicas de estos primeros días de la batalla con las actuaciones de la XI y la XII BI. Ver con subtítulos en español https://www.veoh.com/watch/v7016556pBfNQnZG
[7] La XIV BI llega al frente del Jarama el día 14 y se sitúa entre la XI BI y la 5ª BM.
[8] Sobre la actuación de la XIV BI, ver el artículo publicado en nuestra web.
[9] Ver algunos testimonios de voluntarios de la XI y la XV BI.
Comisión histórica de la AABI
Sigo, desde mis años de juventud,recabando datos sobre el EPR. Entre otras asociaciones pertenecientes en sus comienzos a Los Amigos de Las BBII, más por motivos de trabajo y familiares deje de asistir.
Como mi idea era la de plasmar de forma material la imagen de aquel heroico ejército,formé un binomio con un gran amigo y artesano de la imaginaría popular,llegando a representar(lo mas fidedigno posible), varias unidades del Ejército Popular Republicano en la modalidad del soldadito de plomo español en 45mm y en la actualidad con cerca de dos mil figuras.
Como sigo aprendiendo y recopilando más datos, sigo buscando en páginas de expertos, como no podía ser menos.
Gracias por su atención.
Manuel Hoyos y Sánchez.
25 de Junio de 2022.