El paso del Ebro 81 años después
Hace 81 años, el 24 de julio, decenas de miles de hombres se estacionaron en la orilla norte del Ebro dispuestos a lanzar una gran ofensiva militar meticulosamente planeada por el general Rojo, Jefe el Estado Mayor Central del Ejército Popular de la República, y el teniente coronel Juan Modesto, Jefe del Ejército del Ebro. Era la última apuesta republicana para alterar el balance de fuerzas, tanto el militar en el interior como el diplomático en el exterior.
Para recordar aquella efeméride recordamos la nota que publicamos el pasado año sobre el inicio de la ofensiva, con sendos escritos de Juan Modesto y Pedro Mateo Merino.
Nuestros amigos de EEUU, por su parte, han querido recordar aquel hecho citando a Alvah Bessie en su obra Hombres en guerra. Bessie sabía en su corazón cuán sombría era la situación y, sin embargo afrontó el día, junto con sus compañeros, con coraje y dedicación.
A medianoche del 24 de julio, subimos y nos abrimos paso para salir del barranco, tropezando con nuestros pies y las rocas resbaladizas que yacían en el pequeño arroyo, cayendo en las laderas, tocando al hombre que estaba delante para mantener el contacto. Todo estaba completamente negro; estaba prohibido hablar o fumar. Las carreteras estaban atestadas de camiones, moviéndose en completa oscuridad, cargadas con pequeñas piezas de artillería, municiones, ametralladoras, secciones de puentes de pontones listos para montarse. Comenzamos a comprender el alcance de esta operación y nos animó; vimos más secciones de puentes, enormes barriles al lado de la carretera debajo de los árboles, botes; vimos trenes de mulas cargando cajas más pequeñas, ametralladoras; motoristas entrando y saliendo entre los hombres que marchaban y camioneros evitando milagrosamente la colisión…
El río estaba a la vista. Podías sentirlo, aunque no pudieras verlo. Ahora sabemos que no fuimos los primeros en cruzar. Los eslavos, los checos y los polacos [de la XIII BI] habían cruzado mucho antes del amanecer, así que todo tenía que haber ido bien.
Aaron apareció por allí con un bastón. “¡Bess!, dijo, ven y mira esto”. Su rostro era brillante como el de un niño feliz. Dimos la vuelta al bastón y nos quedamos mirando el agua. Amplio y plácido bajo el sol, el río estaba lleno de pequeños botes, pequeños botes de remos llenos de hombres, moviéndose tranquilamente de un lado a otro del río, flotando sobre la rápida corriente. “¡Es como nuestro Prospect Park [un parque del Brooklyn neoyorquino] en verano!¡Es maravilloso!”