Los Garibaldinos italianos en la Batalla del Ebro
Julio-noviembre de 1938
Este texto del historiador Marco Puppini corresponde a la Introducción que este hizo al libro ‘Ebro 1938. No pasarán. Los Garibaldinos caídos en la batalla del Ebro’. Esta obra de Augusto Cantaluppi y Marco Puppini fue publicada por AICVAS en 2011, año en que se conmemoró el 75 aniversario de la creación de las BI.
El grueso del libro se dedica a mostrar breves apuntes biográficos de los 166 garibaldinos caídos en la batalla del Ebro. Contiene también una sección de fotografías y otra de testimonios, así como un anexo bibliográfico.
El libro lleva el mismo prólogo que Alessandro Vaia (“Martino Martini”, comandante de la XII BI) escribió para el libro I Garibaldini raccontano. La bataglia del Ebro, publicado en 1939 en París por el Comité de Ayuda a los Garibaldinos de España.
La introducción del profesor Puppini consta de 6 partes, correspondiendo las 2 primeras a una visión general de la batalla del Ebro. En este caso nos interesa mostrar la aportación que los garibaldinos hicieron en esa batalla, razón por la cual exponemos solo las partes 3ª a la 6ª.
Gracias a los autores por autorizar su inserción en nuestra web y a Carla Sevilla por prestarse amablemente a hacer la traducción de este trabajo.
Introducción histórica
En esta primera fase de la batalla los italianos de la Brigada Garibaldi, la XII Brigada Internacional, se encontraban en la reserva, en la retaguardia. Después de la retirada de Caspe, la Brigada había sido puesta en reposo y reforzada con numerosos reclutas españoles. En aquel momento comprendía 3.331 efectivos, de los cuales sólo el 29% eran internacionales, poco más de un millar, el resto eran todos combatientes españoles.
Al mando estaba Alessandro Vaia (en España “Martino Martini”), un empleado de Milán condenado por actividad comunista en los años 20 a cuatro años y diez meses de cárcel; fue arrestado mientras cumplía el servicio militar y, al terminar este, emigró clandestinamente a Francia y a la Unión Soviética.
Vaia había asumido el mando durante la retirada de Caspe, el 7 de abril. Su nombramiento ponía fin a un momento muy difícil vivido por la Brigada a nivel de mandos que duraba al menos desde el verano de 1937. Tres partidos antifascistas italianos –socialista, comunista y republicano– habían pactado un acuerdo en París para gestionar unitariamente la intervención armada en España el 27 de octubre de 1936. Por esa razón, la Brigada Garibaldi había mantenido inicialmente una composición unitaria de los diversos cargos al objeto de respetar el acuerdo.
En el verano de 1937 el comandante Randolfo Pacciardi, republicano condecorado durante la primera Guerra Mundial, muy criticado por la dirección comunista de las Brigadas internacionales, salió de España declarando que la Brigada Garibaldi había demostrado ya su valor y que tenía que disolverse. Tras ásperas conversaciones mantenidas con los dirigentes de los otros dos partidos antifascistas, se le convenció a Pacciardi de que volviera a España, pero se encontró con que lo habían relevado. El nuevo comandante Carlo Penchienati, nombrado el 5 de agosto, fue a su vez sustituido por incompetencia durante la ofensiva de Belchite.
Después de un breve periodo en el que Agostino Casati, “Nino Raimondi”, tomó provisionalmente el cargo a finales de setiembre, el socialista Arturo Zanonni fue nombrado nuevo comandante. Este también fue destituido por incompetencia, precisamente durante la retirada de Caspe en Aragón; el 17 de marzo de 1938 lo sustituyó el catalán Eloy Paradinas, quien poco después, a principios de abril, fue capturado y fusilado por los franquistas.
Alessandro Vaia, así pues, tomó el mando en un momento de gran dificultad. Martini desarrolló durante el verano un gran trabajo de reorganización de la Brigada Garibaldi, que había sufrido grandes pérdidas durante las batallas precedentes y que había integrado en sus filas a centenares de nuevos reclutas españoles. Años más tarde Vaia escribió:
Yo trabajaba en contacto permanente con las unidades de primera línea. Reunía a menudo a los oficiales y visitaba continuamente, día y noche, no sólo los puestos de mando, sino las posiciones fortificadas, conversando con los soldados, escuchando sus opiniones, sus observaciones, sus propuestas. Se promovió la emulación y el estudio. Como los nuevos reclutas españoles eran en su mayoría analfabetos, se instruyeron escuelas para ellos. Florecían los diarios murales y la discusión política era muy animada.[1]
En los días precedentes a la ofensiva, algunas patrullas de la Garibaldi atravesaron por la noche el río Ebro con la orden de infiltrarse en territorio enemigo y coger prisioneros para poder obtener informaciones útiles. Después, al empezar la ofensiva, los garibaldinos permanecieron de reserva en la orilla derecha del río, con la misión de bloquear eventuales contraofensivas enemigas. Finalmente, el 6 de agosto, los soldados españoles de la Garibaldi recibieron la orden de cruzar el río. Los internacionales, los italianos, se quedaron en la orilla. Vaia:
¿Por qué esconderlo? Hay mucha desilusión. Es la primera vez que la brigada no toma parte activa, no es protagonista en una gran batalla. Hemos protestado vivamente.
El 15 de agosto vuelve a haber un cambio de mandos. A Alessandro Vaia, Martino Martini, le sucede un español, Luis Rivas. Vaia, a quien el partido ha destinado a otras misiones, marcha a París, donde será redactor de La voz de los italianos, el diario de la Unión Popular Italiana. En enero de 1939 asumirá la secretaría de París de la misma Unión, poco antes de ser arrestado y recluido en Troyes.
Luis Rivas era un mecánico de Madrid que había combatido desde el inicio de la guerra con las selectas unidades de Enrique Líster, consiguiendo el grado de comandante de la 100 BM dentro de la 11ª División. Será él quien dirija la Brigada en septiembre, durante los combates en la sierra de Cavalls.
El cargo de Comisario Político también había conocido momentos difíciles. Tras el alejamiento forzado del comunista Ilio Barontini, decidido por el mando de la División, el 10 de septiembre de 1937Â fue nombrado Quinto Battistata, “Raimondo”, a su vez capturado y fusilado por los fascistas italianos en marzo de 1938, durante la retirada de Caspe. El cargo, pues, se asignó a Emilio Suardi, un obrero comunista de Bérgamo que había sido despedido de los ferrocarriles por los fascistas y que se exilió a Francia.
La orden de marchar al frente llega el 1 de septiembre. El 3 la Brigada cruza el río por un puente de hierro reconstruido por los ingenieros republicanos en Mora de Ebro:
Aquí, en Mora de Ebro, hay pocas casas en pie, solo ruinas y carrocerías de vehículos en las cunetas de las carreteras. Los fascistas han hecho pagar muy caro a este país su liberación. Un grupo de mujeres saluda festivamente. Pero las sorpresas continúan. En esta tierra tan rica, con miles de olivos, almendros, higueras y vides, avistamos viejos agricultores encorvados sobre los campos. Nos saludan alzando el puño: ‘¡Manteneos firmes, compañeros!¡No vaciléis! Os imitaremos’. En el cruce de Venta de Camposines debimos proseguir a pie. Estábamos ya al alcance de la artillería enemiga.[2]
En el camino que nos lleva hacia la línea del frente, mientras despunta el alba, nos encontramos con los soldados de una brigada que se ha cubierto de gloria en la última operación. Su aspecto es bien distinto del nuestro. Intercambiamos pocas palabras: un saludo, la promesa de imitarles y resistir.[3]
La Brigada Garibaldi se dirige hacia los contrafuertes de la sierra Cavalls. Ahora la batalla se ha transformado en batalla de resistencia sobre los contrafuertes ásperos y rocosos de las cadenas montañosas situadas al este del nudo de carreteras de Gandesa que continuaba en manos franquistas. El enemigo había tenido, desde el principio, el dominio completo del cielo y una indiscutible superioridad en la artillería.
Los soldados republicanos tenían que afrontar terribles bombardeos que habían modificado ya el paisaje de las dos sierras y, además, tenían que salir de las trincheras para combatir cuerpo a cuerpo para así repeler las oleadas de ataque de la infantería franquista. En un mismo día las diversas cimas de las sierras se podían perder y reconquistar innumerables veces, con un gran número de pérdidas. ¿Cuál era la razón para prolongar semejante resistencia? Según Manuel Tagueña “en realidad, no teníamos otra alternativa que aceptar la batalla defensiva. Si nos hubiéramos retirado de la cabeza del puente sin combatir, habríamos sufrido una derrota moral horrible”.
Rojo resistía no sólo para evitar una derrota moral sino porque esperaba poder conseguir el apoyo francés y británico, la apertura de las fronteras y la entrada de los aviones y las armas que estaban bloqueadas en Francia. En otro momento había sido criticado por Maximov por haber interrumpido demasiado pronto las ofensivas de Brunete y Belchite y ahora no quería repetir el error. Faltaban, sin embargo, refuerzos; los Ejércitos de Levante y del Centro estaban parados y debían haber actuado.
El 5 de septiembre, tras ordenar la concentración en la zona del Levante de las fuerzas aéreas republicanas presentes en la zona Centro, Rojo escribe al general Matallana para que emprenda, de la forma que fuera, una acción en esa zona para aligerar la presión franquista sobre el Ebro. Sólo prolongando la resistencia se podía demostrar, a nivel internacional, que la República no estaba derrotada y que merecía ser ayudada:
Así pues, te ruego que sin descanso, aunque sigáis llamándome negrero, preparéis un golpe fuerte por Levante y lo hagáis en el más breve plazo… Estudia la posibilidad de hacer una cosa secundaria utilizando las reservas del Centro.
El enemigo acababa de lanzar la cuarta contraofensiva y los Garibaldinos tenían la consigna de resistir, como así hicieron. Pocas horas después de haberse posicionado en la zona entre el vértice Gaeta y el Coll de Coso, avistaron los primeros aviones enemigos, italianos, que iniciaron un intenso bombardeo de sus posiciones, al que siguió el asalto de la infantería.
Los Garibaldinos se encontraron delante de los hombres de la División Navarra, al mando del general Rafael García Valiño. Afrontaron, casi sin interrupción, bombardeos aéreos y ataques de infantería durante casi tres semanas. Desde este momento cada uno de los garibaldinos vivirá la experiencia extrema que también vivían millares de soldados republicanos y que fue descrita por los supervivientes en impresionantes páginas del diario de campaña. Durante la resistencia en la sierra se suceden episodios grandiosos de heroísmo, acciones casi imposibles, decenas y decenas de caídos en cada acción. En la parte dedicada a los testimonios, he transcrito la narración de algunas de estas acciones.
El día 6 los fascistas consiguieron ocupar parte de la cota 467 que defendían los garibaldinos del 1erBatallón, cuenta el comisario Emilio Guardi. Cansados y extenuados, pero animados de espíritu de venganza, los Garibaldinos del 1er Batallón contraatacaron… En el mismo día fueron bombardeados violentamente las posiciones del 2º Batallón, los fascistas lanzaron ataques en los sectores II y III, ataques rechazados, mientras nuestro batallón cadete, el 4º, conquistaba las cotas 362 y 363, resistiendo después valientemente los contraataques enemigos, consiguiendo conservar la cota 362. Durante la jornada del 7, el enemigo lanzó un huracán de fuego sobre nuestras líneas, intentando violentamente abrirse camino, consiguiendo conquistar parcialmente dos colinas…[4]
La batalla en torno a la cota 467 del primer día de septiembre fue descrita por Italo Nicoletto, uno de sus protagonistas, en una narración dramática que contaremos aparte. En los primeros días de batalla cae Giuseppe Boretti, un estudiante que marchó al exilio por sus ideas antifascistas y que después fue alistado a la fuerza en ejército, del cual desertó en 1937 para ir a España; allí obtuvo el mando de la compañía de ametralladoras del 2º Batallón. En Italia había creado, junto a Eugenio Colorni, el diario clandestino Pensiero Antifascista, y estaba en contacto con intelectuales de primer nivel como Lucio Luzzatto y Giorgio Amendola.
Yo había tenido con él y Visentini la enésima discusión pocos días antes, cuenta Nicoletto. Boretti se había declarado capaz de salvar la piel y poder combatir en Italia en el futuro.[5]
Junto a él caen numerosos comisarios y comandantes de batallón y de compañía. El día 13 los Garibaldinos deben repeler un ataque de gran escala de los hombres de García Valiño. Aquel día muere Mario Berté, un albañil comunista de Piacenza convertido por méritos de guerra en comandante del 3er Batallón.
El 8 de septiembre, cuatro días antes, había caído también, cerca de Corbera, el comisario del 3er Batallón, Etore Vacchien, “Achille”. Había sido miembro de ‘Arditi del Popolo’, el grupo armado antifascista de la postguerra, así como del PCI desde su fundación, superviviente de las prisiones fascistas y del exilio en Francia. El batallón quedaba así sin comandante ni comisario.
El 15 de septiembre fue finalmente rescatado Angelo Menegazzo, comisario de la 4ª compañía del 2º Batallón, atrapado durante dos días entre las líneas, después de que una bomba le hubiese mutilado el pie derecho y herido en varias partes del cuerpo. Moriría unos días después por infección. Después de una semana de combates el comisario político de la Brigada, Emilio Guardi, describió así la situación:
Los Garibaldinos han luchado todos valientemente. Italianos y españoles. Nos habían dicho que resistiéramos. Hemos resistido. Resistiremos. En la lucha entre heroísmo y el proyectil lanzado desde 10,15 km de distancia o desde lo alto del cielo, los Garibaldinos han imitado a los héroes que reconquistaron esta tierra por la libertad, que la defendieron y que la defienden contra el fascismo… Es una lucha implacable, diría que sin descanso. Se combate noche y día, se soportan los más violentos bombardeos de esta guerra, se fortifican nuestras posiciones en los pocos momentos en los que callan los cañones enemigos… Los comisarios y delegados Garibaldinos han seguido, una vez más, el famoso consejo de Belmonte (“el comisario es el primero en avanzar y el último en retirarse”). Por desgracia lo han seguido a medias: el primero en avanzar… pero demasiadas veces nuestros comisarios no han vuelto jamás.[6]
El 9 de septiembre los Garibaldinos son reunidos en Ametlla del Mar, Ayuntamiento del Perelló, para una fiesta de despedida, una celebración junto a los mandos de la 45 División, que tenía que significar su definitiva retirada. El mismo día de la fiesta le llega, del mando del V Cuerpo de Ejército (CE), a Jorge Hans,[7] jefe de la 45 División, la orden de movilización. La orden, sin embargo, no contemplaba a los combatientes internacionales. Hans da la orden a Luis Rivas; los italianos protestan. Quieren volver a combatir al lado de sus hermanos españoles. Durante una improvisada asamblea la mayoría se pronuncia por volver al frente. El mando del V CE acepta. De esta manera los italianos vuelven a combatir en lo que será su última batalla en tierra española, cerca de los contrafuertes de la Sierra de Cavalls.
El 17 de septiembre, los franquistas lanzan su quinta contraofensiva, siempre con los mismos objetivos y las mismas formas que en las cuatro primeras, siempre destinadas a romper la resistencia republicana. El día 20 los hombres están fatigados, las pérdidas son numerosas, los refuerzos, pedidos varias veces, no llegan. Pero la lucha continua hasta el 23, día en que los restos de la 1ª compañía del 4º Batallón combate la última batalla en torno a la cota 288. Ni siquiera en esta ocasión, las tropas franquistas consiguen alcanzar su objetivo. También la quinta contraofensiva está destinada a fracasar.
24 septiembre. Aquel fue el último día, porque por la tarde llegó la orden de que todas las Brigadas Internacionales debían retirarse del frente.[8]
De los cerca de 2.700 hombres de la Garibaldi que habían entrado en combate a principios de septiembre solo 910 quedaban válidos, entre italianos y españoles. Los otros habían caído en la batalla, muerto en los hospitales de campaña o bien habían resultado gravemente heridos o mutilados. Pero los franquistas no habían logrado pasado por la sierra de Cavalls.
La retirada del frente de los Internacionales fue decidida pocos días antes por el gobierno republicano; el 21 de septiembre el presidente Negrín lo había comunicado a la Sociedad de Naciones. Se trataba del último intento de ganar el apoyo de Francia y Gran Bretaña, ese apoyo que, tal vez, fue el principal objetivo de la ofensiva. En ese momento las Brigadas Internacionales estaban compuestas, en su mayoría, por españoles; los voluntarios internacionales habían cumplido su misión y su presencia no podía cambiar la suerte de la guerra que dependía de los refuerzos y del apoyo de las potencias europeas.
A finales de 1938 la Comisión militar Internacional, encargada por la Sociedad de Naciones de organizar la evacuación de los voluntarios, informaba de la presencia de otros 12.000 combatientes republicanos extranjeros, de los cuales más de 3.000 se recuperaban en varios hospitales y 7.000 todavía seguían enrolados en las Brigadas Internacionales. Serán transferidos a Francia, a cargo de la Comisión, 6.490 combatientes, de los que sólo 149 eran italianos.
Negrín pensaba que, después de tomar esta medida, podría exigir la retirada de los voluntarios italianos y alemanes que combatían al lado de Franco. Pero esta decisión se revelará inútil. El 29 y 30 de septiembre de 1938 tiene lugar en Múnich la conferencia entre gran Bretaña, Francia, Italia y Alemania para discutir las reclamaciones de la Alemania nazi sobre la región de los Sudetes, perteneciente a Checoslovaquia y habitada por una minoría de germano parlantes. La conferencia concluye con un acuerdo que da vía libre a la anexión de los Sudetes por parte de la Alemania nazi y el desmembramiento de Checoslovaquia. El gobierno conservador inglés (Chamberlain) y francés (Daladier) explican a la opinión internacional que conceden este favor a Hitler para evitar una guerra mundial. Desde este momento, tanto en el ámbito político como en el militar, la batalla del Ebro está perdida para los republicanos: Inglaterra y Francia habían escogido pactar con Hitler. La batalla terminará en noviembre. El número de combatientes no está todavía claro, se supone que unos cien mil hombres lucharon en cada bando y que hubo decenas de miles de muertos.
Mientras, el 27 de septiembre, dos días antes de la apertura de la conferencia de Múnich, los Garibaldinos habían sido trasladados a la retaguardia a la espera de la evacuación. Llegan los camiones que conducirán a los italianos supervivientes al centro de desmovilización de Torelló.
Ya hemos devuelto las armas: ahora volvemos a ser civiles aunque continuamos vistiendo uniformes militares. Muchos de nosotros han besado el fusil antes de consignarlo… Anudamos al cuello de Luis Rivas nuestro pañuelo garibaldino, triangular y rojo que tiene en los bordes los colores de la bandera española: ‘¡Viva la XII, Viva la Garibaldi, compañeros!’ Centenares de pañuelos están ahora en su cuello, sobre las espaldas de los Garibaldinos españoles, de los reclutas, de los voluntarios, antiguos y nuevos combatientes de la Brigada (…) Los últimos saludos: tres salvas de fusilería, el alzamiento de pañuelos rojos, la carrera de los españoles hacia nuestros camiones: ‘¡Hasta la vista, compañeros!’ [9]
La mayor parte de los supervivientes italianos sale de España en febrero de 1939, junto a centenares de miles de exiliados (cerca de medio millón) que huían de las tropas franquistas. Acabarán recluidos en campos de concentración.
En base al artículo 12 del tratado de paz ítalo-francés de 1941, unos volverán a Italia y acabarán o bien desterrados o en la cárcel; otros se quedarán en Francia o viajarán, a veces de forma arriesgada, hacia los países a los que habían emigrado o desde los que habían partido para llegar a España. Una parte de ellos combatirá en la Resistencia, en Francia, en Bélgica, en Yugoslavia y, finalmente, en Italia, donde constituirán una verdadera élite política y militar, que contribuyó a la victoria con su dedicación y sacrificio extraordinarios, gracias a las cualidades militares y organizativas adquiridas en la tierra española.
Testimonios
1. 6 de septiembre en la cota 467 [10]
En mi ronda entre destacamentos, en un momento dado, llego a un altiplano que sabía que era de los nuestros y me encuentro que la posición está desbaratada. No encuentro más que algún fusil y mochilas tiradas en el suelo. Miro a mi alrededor y veo a una veintena de metros de distancia, sobre un árbol una bandera franquista… Me doy la vuelta y salgo hacia la trinchera en una carrera desesperada. Salto y veo a los Garibaldinos que bajan de la colina, abandonando la posición. Me paro, grito: ‘¡Alto!’, pero todos continúan corriendo, retrocediendo.
Exclamo que la República nos obliga a combatir, no me hacen caso, ninguno se para. Entonces empiezo de nuevo a gritar: ‘¡El partido Comunista os ordena que os paréis!’ Tengo todavía la escena delante de mis ojos, algunos de los que corrían se paran cayendo a tierra. Serán unos cuarenta. Se refugian en la cuneta, alguno me dice que no puede disparar más el fusil, de lo que quema. Pero le incito a abrir fuego, a continuar disparando…
Me lanzo el primero. Detrás de mí, de pronto, los otros me siguen bajo un tiroteo intensísimo. No tenemos ametralladoras… Delante nuestro hay un centenar de metros para alcanzar la trinchera donde están los fascistas. Pero a mitad de camino, los Garibaldinos se dan cuenta de que se han acabado las bombas y han de pararse y refugiarse en los hoyos del terreno. Los dejo allí y corro de nuevo al depósito para coger otra caja, saltando de un hoyo a otro, entre troncos de árboles partidos. Con el fusil me grita: ¡De aquí no pasas, me han ordenado que no deje pasar a nadie, a nadie!… He aferrado la caja delante del fusil que me apunta. Me la he puesto a la espalda y he vuelto arriba. Hemos parado el asalto. Un maldito compañero corre delante de mí. Me da rabia, lo atrapo, me pasa de nuevo, lo atrapo.
Ahora disparan sin tregua con los fusiles y ametralladora. Cuando estamos a una decena de metros, un fascista me apunta con un mosquetón, tiro una bomba, pero él me golpea en la espalda aunque la bomba da en el blanco… En la trinchera hay siete u ocho heridos y pocos ilesos que lanzan las armas y se rinden. Los españoles que están con nosotros disparan a lo loco. Yo me coloco delante de los fascistas: ‘Hagámoslos prisioneros’. No me han echado de milagro. Ordeno que los lleven al mando.
2. [11]
A mi lado estaba Juan Bernans, el joven catalán. No había abandonado la lucha ni un instante. La venda que llevaba en la cara estaba toda roja de sangre. Se veía que le dolía, pero mientras pudiera mantenerse en pie estaba claro que no iba a abandonar su puesto de combate. A las dos de la madrugada, durante un furioso ataque sobre las líneas franquistas, resultó herido en las dos piernas a unos diez metros de las posiciones enemigas. Sin un grito, sin un lamento, se quedó con nosotros hasta las cinco de la mañana, es decir, hasta que una patrulla nuestra se lo pudo llevar. Estaba casi desangrado.
3. 12 Septiembre – cota 471 [12]
Sobre la pequeña colina de enfrente comienza el fuego, cuenta Cesare Ravera, fusiles y ametralladoras. Después, de repente, las fuertes explosiones de las bombas de mano. El fragor es intenso. Cada bala perdida silba y estalla contra las piedras en un golpe seco, el hombre ni se ve ni se oye. El estruendo y la oscuridad, rotos solo por los destellos de las explosiones, lo dominan todo (…)
Nuestros garibaldinos en una semana están en el sector más denso de la lucha. Resisten y atacan día y noche. Han sufrido bombardeos de artillería y de aviación formidables. Hasta diez mil granadas en un día sobre una línea de poco más de tres kilómetros y cientos de aviones de bombardeo. No han perdido ni un palmo de terreno que el enorme número de explosiones ha cambiado en muchos puntos la configuración. Mientras, el fuego continúa, intenso. Ahora se unen al fragor general las fuertes explosiones de los cañonazos. Los nuestros salen de las trincheras y en una rápida lucha han conquistado las posiciones. El enemigo contraataca pero sin éxito.
4. 13 Septiembre [13]
¿Quién podrá describir esta jornada dramática? Sobre un frente de casi tres kilómetros, el enemigo ha disparado por lo menos quince mil cañonazos, se lee en el informe de las brigadas. Diez horas de bombardeos, desde las 7h hasta las 17h. Toda la vegetación ha desparecido. No alcanzamos a ver a tres metros de distancia, si bien es un día limpísimo, muy soleado.
Hacia la tarde los fascistas consiguen conquistar dos pequeñas colinas y, siguiendo el camino que lleva a Fatarella (…), tratan de romper el frente (…) un grupo de garibaldinos al mando del teniente Carlo Pegolo, aunque rodeados por el enemigo, conserva la posición sobre la cota 435. Atacado nuevamente en la noche por un batallón fascista entero, continua resistiendo hasta el agotamiento de las municiones. Cuando llega nuestro contraataque solo quedan con vida doce garibaldinos.
Una sección de ametralladores del 3erbatallón, al mando Giuseppe Oghen (“Antonio Ukmar”) rechaza tres asaltos, diezmando las filas marroquíes. Aquellos del tercer y del segundo batallón que estaban en las laderas de las colinas ocupadas por los fascistas, reanudan los ataques.
5. 13 Septiembre [14]
El enemigo inicia a las 7 de la mañana un formidable bombardeo de artillería, mientras la aviación coopera eficazmente desde lo alto. Hacia las 19h vuelve la calma. Centenares y centenares de cañones trabajan sin pausa sobre el terreno. Las trincheras forjadas palmo a palmo son casi destruidas por completo. Los garibaldinos logran sobrevivir gracias al trabajo nocturno que les ha permitido hacer bajo las trincheras algunos refugios con al menos dos entradas (…) por la tarde los fascistas lanzan las tropas de asalto con la convicción de encontrarlos a casi todos muertos. Pero los milicianos republicanos, aunque aturdidos por aquel redoble apocalíptico, salen de sus posiciones (…) se colocan y apuntan las armas automáticas y cuando los fascistas están a unos 50 metros de ellos, inician el fuego mortal.
6. 15 Septiembre [15]
Una patrulla nuestra consigue finalmente socorrer al comisario de la 4ª compañía del 2º batallón, Angelo Menegazzo, caído herido la noche anterior, cogido en las filas fascistas. Una veintena de veces por lo menos habíamos tratado de correr en su ayuda, pero el enemigo nos lo había impedido siempre (…) Pero el comisario Menegazzo no perdía en ánimo pese a haber perdido el pie derecho. Se había atado fuertemente la pierna y había esperado con confianza. (Morirá unos días después debido a las infecciones).
7. 20 Septiembre [16]
Durante tres días centenares de bocas de fuego fascista eructan enormes proyectiles. Aviones negros rozan continuamente nuestras cabezas, bombardeándonos, ametrallándonos. El enemigo intenta romper el frente. Resistimos. Cada colina se convierte en escenario de una lucha furibunda (…) El enemigo ha emprendido seis veces el ataque sobre las posiciones mantenidas por el tercer batallón, pero no ha conseguido avanzar ni un solo metro. Un poco más hacia el sur, sin embargo, ha conquistado una pequeña colina, arrebatándosela a los pocos garibaldinos del 4º. Pero por la tarde la hemos recuperado. “Otras seis horas de bombardeos, informa el comandante del batallón. Después el enemigo regresa al asalto. Hemos debido abandonar las posiciones, pero nos preparamos con el apoyo del 3eral contraataque…”
Combatimos durante quince horas. Estamos al límite de nuestras fuerzas. Llama por teléfono el comandante del 4º batallón pidiendo refuerzos; la aviación enemiga ha golpeado nuestro puesto de mando a 50 metros de la primera línea. Hemos repelido una veintena de ataques enemigos, pero sin refuerzos debemos ceder y abandonar la 496….”¡Mantenemos firmes! ¡Sí, pero necesitamos refuerzos! ¡Llegarán, pero manteneos firmes!” grita mientras tanto el comandante Rivas. ¿Dónde encontrar refuerzos?
8. 24 Septiembre [17]
Desde las posiciones enemigas nos atacan con ametralladoras, no se podía salir de la trinchera, con varios heridos, teníamos muy poca munición todavía, no nos podían suministrar, porque estábamos bajo un fuego tan intenso que anulaba cualquier intento de ayuda. No pasó mucho tiempo hasta que sobre nuestra cota se concentró tal fuego de artillería que todo el terreno a nuestro alrededor, tembló.
El ataque decisivo llegó, habíamos dejado que se acercaran lo más cerca posible, y así llegamos a una encarnecida lucha cuerpo a cuerpo…varios de los nuestros vuelven a entrar en nuestras líneas, y contando a todos los supervivientes, éramos trece. Aquel fue el último día, porque por la tarde llegará la orden de que todas las Brigadas Internacionales serán retiradas del frente.
[1] Alessandro Vaia, Da galeotto a generale, Milano, Teti Editore, 1977, p. 131.
[2] A Giacomo Calandrone, La Spagna brucia. Cronache garibaldine, Roma, Editoti Riuniti 1974 p. 318.
[3] I garibaldini raccontano. La battaglia dell’Ebro. Mila, Editrice Aurora 1999
[4] I garibaldini raccontano. La battaglia dell’Ebro. Mila, Editrice Aurora 1999.
[5] Italo Nicoletto (Andreis), Anni della mia vita, Brescia, Luigi Micheletti, 1981, p.113.
[6] I garibaldini raccontano. La battaglia dell’Ebro, cit. pp. 28-29.
[7] Se refiere a Hans Kahle, militar que había participado en el Ejército alemán durante la Primera Guerra Mundial y que, posteriormente, se afilió al Partido Comunista de Alemania. (Nota de AABI)
[8] A. Jurcich, 24 settembre, cota 288 sulla sierra Caballs, testimonio inédito.
[9] G. Calandrone, cit. pp. 339-340
[10] Testimonio de Italo Nicoletto
[11] Testimonio extraído del libro I Garibaldini raccontano. La bataglia del Ebro
[12] Testimonio extraído del libro I Garibaldini raccontano. La bataglia del Ebro
[13] Giacomo Calandrone. La Spagna brucia. Cronache garibaldine
[14] Sante Lombardozzi. Diario di un miliziano delle Brigate Internazionali in Spagna
[15] Giacomo Calandrone, La Spagna brucia. Cronache garibaldine
[16] Giacomo Calandrone. La Spagna brucia. Cronache garibaldine
[17] A. Jurcich. 24 settembre, quota 288 sulla sierra Caballs