Enero 1939. El último esfuerzo de los Internacionales antes de la derrota republicana.
El contexto: el avance fascista en Cataluña
El 15 de enero Tarragona cayó en poder de los rebeldes, abriendo así el camino directo hacia Barcelona. Desde el 23 de diciembre las fuerzas de Franco habían iniciado la conquista de Cataluña. Tuvieron serias dificultades al inicio, pero desde el 5 de enero lograron romper las duras resistencias de los CE de Líster y Tagüeña y, poco después, otras unidades cruzaron el Ebro e iniciaron el avance hacia el norte y el este. El general Rojo intentó frenar ese avance con la interposición de sucesivas líneas de defensa, pero las fuerzas republicanas, muy menguadas tras la batalla del Ebro y con muy escaso material (el gobierno francés retenía en el puerto de Le Havre una importante partida enviada por la URSS), solo podían aspirar a retrasar de forma ordenada el avance fascista. Además, el contexto internacional, poco prometedor (Francia e Inglaterra apostaban por la derrota de la República), junto con el caos y las penurias existentes, aceleraban el hundimiento de la moral de resistencia de la población catalana.
La Comisión de control (CIRV) entrega su Informe final en Ginebra
A la llegada a Barcelona el 16 de octubre de 1938 el Gobierno español comunicó a los miembros de la CIRV que los extranjeros presentes en el Ejército se elevaban a unos 12.000, incluidos los más de 3.000 hospitalizados. La Comisión, por su parte, fue elaborando su propio censo de voluntarios. El Informe final, que se entregó en Ginebra el 14 de enero, decía que el número de los combatientes no españoles -tanto los agrupados en los lugares de concentración como los que se encontraban en hospitales y en cárceles- era el siguiente: 9.843 en la zona catalana, y 2.830 en la zona centro-sur, es decir, un total de 12.673 personas. Sin embargo, a mediados de enero solo habían salido de España 4.640 combatientes (entre ellos 2.112 franceses, 548 norteamericanos, 407 ingleses, 347 belgas, 283 polacos, 194 italianos y 182 suecos). La realidad fue que, hasta enero de 1939, se les había impedido la salida de España a más de 6000 voluntarios.
Situación de los Voluntarios de la zona catalana
Pocas novedades hubo en esta zona. Todo siguió como en los dos meses anteriores, con la única salvedad de algún intento de salida. abortado. A mediados de enero voluntarios de diversos campos montaron en un tren cuya entrada en Francia impidió la policía francesa; desde Port Bou, a donde habían llegado, fueron llevados a Palafrugell (en su mayoría polacos) y a La Bisbal (en su mayoría alemanes o austriacos), donde quedaron concentrados a la espera de nuevas órdenes.
Los Voluntarios de la zona Centro-Sur
Mientras tanto en los pueblos valencianos bullía la inquietud. El Secretario del centro de Almusafes escribió, en un Informe de 14 de enero, lo siguiente: “Se puede constatar que muchos camaradas de todos los grupos están muy nerviosos. Se espera la salida, no saben cuándo marcharán, etc, etc. Y todo eso influyen en el trabajo y en la vida”. El tiempo pasaba y no se sabía todavía cuándo partirían hacia Cataluña, primera etapa para su salida de España por la frontera terrestre. Lo cierto es que a principios de año recibieron la última visita de la Comisión de Control (CIRV) antes de que esta entregara su Informe oficial en Ginebra. Finalmente, superadas estas dificultades burocráticas externas, se procedió a preparar el traslado de los Voluntarios de esta zona hasta Cataluña.
Existe un documento en el RGASPI que da algunos detalles de los preparativos de esta operación: la Orden especial de 16 de enero de 1939 dada por la Jefatura de Valencia a las Fuerzas Internacionales de Villanueva de Castellón (suponiendo que órdenes similares les llegarían a los demás acantonamientos). Por ella se ordenaba el embarque en tren de los Voluntarios para trasladarse a Valencia. No especificaba donde iban a instalarse, y se supone que tenían que estar preparadas para su embarque en uno o dos buques. Posiblemente se fletaron dos barcos, uno de ellos el Escolano. Hay distintas versiones sobre las fechas de salida y llegada de estos barcos en su viaje a Barcelona. En cuanto a las fechas de salida: pudieron ser entre el 19 y el 21; las de llegada, entre el 21 y el 22. Castells dice que en “la madrugada del 22 de enero llegaron al puerto de Barcelona 1.891 combatientes del frente Centro-Sur pertenecientes a la 129 BI y algunas baterías internacionales. Algunos fueron destinados a Els Hostalets de Llers, a dos pasos de la frontera, pero la mayoría fueron concentrados en Les Planes, cerca de Barcelona”.
La entrada de los Internacionales en los últimos combates. El “segundo esfuerzo”.
En la noche del 21 de enero, Rojo comunicó a Negrín que el frente republicano había sido roto por varios lugares de la ruta a Barcelona y que la caída de esta ciudad era inminente. El presidente del Gobierno ordenó la evacuación del aparato del Estado, que empezó su lento viaje desde la entonces capital de la República hacia la frontera francesa, todo ello en medio de la gran marea de población civil que atascaba las carreteras en su huida a Francia.
Ante esta situación Luigi Longo escribió a Modesto, el 25 de enero, una carta en la que le exponía que en la comarca de la Garriga se hallaba concentrado un número importante de voluntarios dispuestos a ayudar a las fuerzas republicanas. “Nuestra idea, que ha sido elaborada con el general Rojo, es la de formar pequeñas unidades con cuadros completos, con la intención de completarlas con refuerzos españoles instruidos, de manera de poderlos emplear lo más pronto posible”.
Voluntarios Internacionales dispuestos a participar en la Defensa de la República en enero de 1939
Efectivamente, desde el día 22 se había producido un movimiento entre los Voluntarios retenidos en Cataluña (por la negativa francesa a que cruzaran la frontera) para unirse a la resistencia republicana. Hay muchos testimonios del mismo, pero es Ludwig Renn uno de los que mejor lo describe en su libro La guerra civil española. Pese a las optimistas previsiones de Longo, se formaron solo tres brigadas, compuestas por un número pequeño de componentes: la XI Brigada, con un batallón alemán y otro austriaco (888 hombres), se acantonó en La Bisbal; la XIII, con un batallón polaco y otro húngaro (en total 273 hombres) se concentró en Palafrugell; la XV, con 251 hombres, se concentró en La Selva. A estas unidades se les agregarán muchos voluntarios de la 129 BI que fueron trasladados de Les Planes a Mollet del Valles. Todas ellas formaron la Agrupación de Fuerzas Internacionales bajo el mando del mayor Reiner, siendo comisario Ernst Blank y jefe de Estado Mayor el capitán Torunczyc.
El día 26 de enero -el mismo día en que las tropas franquistas entraban, sin apenas resistencia, en Barcelona- las tres reducidas brigadas iniciaron lo que muchos brigadistas denominaron “el segundo esfuerzo”, entrando en fuego en el sector Granollers-La Garriga. El día 28 se perdía Granollers, tras una desbandada de los restos del Ejército de Cataluña. La Agrupación quedó entonces dividida en dos direcciones de marcha: la XIII –con elementos de la 129 BI, dirigidos por el checo Pavel– tomaron la dirección de Vic, por el oeste del Montseny, mientras que la XI y la XV marcharon por el este de dicho macizo montañoso.
“Aunque muchos soldados, escribe Andreu Castells, iban desertando por el camino, el esqueleto del Ejército republicano se mantuvo en orden de combate cumpliendo las órdenes del Alto Mando, que consistían fundamentalmente en obstaculizar el avance enemigo con destrucciones (de puentes y otras infraestructuras) y ofrecer resistencia en los puntos indicados”.
La XIII defendió el sector de Seva durante los días 29 y 30. Luego tuvieron que replegarse y pasaron a defender Vic, pero esta ciudad cayó el 1 de febrero. Los interbrigadistas situados al este del Montseny retrocedieron hasta la línea del río Tordera, donde resistieron hasta el día 1 de febrero. Enseguida se vieron forzados a salir de Tossa de Mar, donde los fascistas italianos entraron el día 2. Ese mismo día los Internacionales –ahora ya reunidas las dos columnas bajo las órdenes de Pavel– intentaron resistir en Llagostera, localidad que cayó el día 3. Otra línea de resistencia se opuso en el sector de Cassá de la Selva, mas todos los esfuerzos parecían condenados al fracaso.
El día 5 los Interbrigadistas se encontraban en el sector de La Bisbal. El día 6 defendían la margen derecha del río Ter y al día siguiente, mientras algunos Internacionales seguían combatiendo en el Ter, 800 de ellos ya estaban pasando la frontera por El Pertús. Este es el resumen de aquellos tristes días que ofrece Castells:
“El 4 de febrero cayó Gerona (al día siguiente el Presidente Azaña y la mayoría del Gobierno cruzó la frontera) y el día 8 Figueras, por breve tiempo capital de la República. Negrín salió de España ese mismo día, mientras que las fuerzas republicanas lo fueron haciendo de forma ordenada por distintos puestos fronterizos en los dos días siguientes. Por La Junquera y Le Pertús lo hicieron principalmente las fuerzas del Ejército del Este, mientras que las del Ejército del Ebro lo hicieron por Portbou (XV CE de Tagüeña) o por los pasos pirenaicos (V CE de Líster)”.
André Marty, con la cabeza vendada, despide a los últimos Internacionales que cruzan la frontera de Le Perthus el 9 de febrero de 1939
El día 9 por la tarde André Marty pasó revista a los últimos Interbrigadistas, junto con el doctor Negrín y el coronel Cordón. Juan José López Silveira, oficial del Ejército de Uruguay y capitán del EPR, lo recordó así:
“Al filo del mediodía, en tierra todavía nuestra, las directivas y consejos circulaban de un grupo a otro, en francés, en alemán, en inglés, en español… Lentamente nos dirigimos al lugar de reunión. La columna no era, como otras veces, expresión de aguerrida moral revolucionaria… Las filas de las brigadas internacionales aparecían apenas como un refugio… Todavía faltaban mil o mil quinientos metros para llegar a la línea y considerarnos definitivamente a salvo. Empezamos a entonar, para ayudarnos en la marcha cuesta arriba, las canciones que nos habían sido familiares durante dos años y medio, lo hacíamos por rutina, por hábito. Tal vez de porfiados. ‘Somos la joven guardia que va forjando el porvenir’… Poco a poco, pesadamente, la columna adquiría el compás y el paso militar resonaba, inconfundible, en el asfalto de la calle principal de Le Perthus. El poste que marcaba la línea divisoria de esa aldea –mitad española mitad francesa– enclavada en los Pirineos, separa, también, la muerte de la vida. ¡Vista a la derecha!, mandaron desde la vanguardia. Era el último homenaje militar que las Brigadas Internacionales rendían a España. Sobre la vereda, pocos metros antes del límite, rodeado de ayudantes, Negrín agitaba su mano en contestación a nuestro saludo. Volví la cabeza. El sol de la tarde se reflejaba pálido en las nieves aún irisadas de las montañas. Atrás, en el valle extendido y profundo, entre las casas blancas de La Junquera, hormigueaban combatientes que aún no tenían permiso para entrar en Francia. De pronto, me di cuenta que nunca, nunca durante la guerra, pude sentir ni disfrutar ni aspirar la belleza del paisaje de España”.
Después vinieron los ominosos campos de internamiento que fue improvisando el Gobierno francés.
Comisión histórica de la AABI